A lo largo de los últimos años nos encontramos con una tendencia creciente e interrumpida en la demanda de energía, se estima que la demanda global de energía habrá aumentado un 4,6 % al finalizar 2021. Al mismo tiempo, la potencia instalada de energía renovables creció más de un 10 % a nivel global en el año 2020.
Pero la transición energética no podrá ser definitiva si no somos capaces de compensar el suministro intermitente de energía que aportan las renovables. La producción de energía solar y eólica depende de factores que pueden sufrir grandes variaciones a lo largo de un mismo día. Para poder integrarlas en el sistema de generación de energía es necesario combinarlas con un sistema de almacenamiento energético.
El almacenamiento de energía se asocia directamente con las baterías eléctricas, la tecnología de baterías eléctricas ha experimentado un gran desarrollo y los costes se están reduciendo de forma significativa. Sin embargo, aún es necesario aumentar su vida útil y favorecer la reutilización y reciclaje de sus componentes.
El almacenamiento energético es fundamental para reducir la dependencia de combustibles fósiles. A la larga, será esencial para garantizar un sistema basado en energías renovables y libre de emisiones
Afortunadamente, las baterías eléctricas no son la única forma de almacenamiento energético. Las fuentes de energía renovable actuales pueden combinarse con sistemas de almacenamiento mecánico, térmico y químico.